Simbólicamente, la cancha en forma de hache hacía de acceso
al inframundo.
En el campo de juego los jugadores podían retar a los dioses de
las tinieblas, enfrentarse con ellos, y vencer a la muerte.
Aunque la cantidad podía variar, los equipos solían
integrarse con siete jugadores cada uno. La más grande es la de Chichén Itzá, y
mide 140 x 35 metros. Dos muros inclinados a cada lado del campo hacen de
límite. Los jugadores debían impactar la pelota en alguno de los tres discos de
piedra distribuidos en el campo, o en los aros del mismo material suspendidos
de las paredes, en forma perpendicular a un aro actual de básquet.
La pelota era de caucho, sumamente pesada y dura. Medía
aproximadamente 20 cm. de diámetro.
El análisis de la momia de un príncipe maya
permitió saber que había fallecido por la rotura del esternón, fruto de un
golpe brutal con la pelota. Esta podía ser golpeada con los codos, la cadera y
las rodillas. Generalmente, el partido concluía cuando alguno de los equipos
marcaba el primer gol.
El capitán del equipo victorioso alcanzaba el honor y la gloria, y podía ser ofrendado a los dioses.
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